viernes, 21 de octubre de 2011

Hoy y la alegría

De ahí mi brusca retirada, mi adiós nervioso, mis justificaciones falsas, desmedidas. Usted no se asombró de nada. Acaso esperaba de antemano que yo no podría soportar su nueva y desacomodada realidad, su realidad al margen de mi recuerdo, su indiferencia por la lealtad de mis emociones (...)
Cuando usted cerró su puerta, sentí en mí la necesaria revelación de que todo aquello de que habíamos participado ya no existía, de que mi yo de usted tampoco existía, ni existía -¡por fin!- tampoco usted.

Mario Benedetti

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